lunes, 25 de mayo de 2009

Arcoiris santo


La polifónica caravana está en la calle. La gente sale a saludarla, las niñas se entusiasman con los uniformes, los señores se acarician el bigote, los pequeños se persiguen entre la multitud. Es poco probable que alguien se detenga en medio de la jornada, a tomarse la cabeza entre las manos y gritar: deténganse! Algo anda mal aquí!
Nada está mal, porque nadie cuestiona nada en el nowhere land. Sin embargo, hay cosas que no terminan de acomodarse en el discurso vacío. Alguien se da cuenta siempre, y en el curioso laberinto se encuentra el Aedo, que pasa cantando antiguas gestas, con Novalis, que ha encontrado la flor azul, y se la muestra a don Jorge Luis, o al Darno. La morsa está en un rincón.
Los colores se confunden, y la muchedumbre busca esperanzada un nuevo sol de mentira, para que les dé calor falso, y así creer que están a salvo. Sin embargo, en el fondo de sus corazones, la sospecha está agazapada, y se hace notar como una mancha de café en el blanco mantel. No todo es tan cierto. En el fondo la mentira se conoce. Aunque sea difícil el camino, es preferible buscar la emoción perdurable, la utopía de que somos hermanos, la verdad de que hay un lugar para nosotros, la certeza de la unidad.
No todo es tan malo. There is a light that never goes out.
La morsa espera.

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